El talisman de Pitusilla

¡Qué descubrimiento! Un cuento victoriano con su característico humor, que Siruela editó hace ya tiempo, pero que, como las cosas que tienen calidad, no ha pasado de moda. Y si no me creéis, juzgar vosotros mismos...

En el reino de Afania solo existen cuatro meses: Crecidón, Rosetón, Resoplón y Nevadón. Los pajes reales se llamán Tararí y Tararó, y existen sirvientes tan peculiares como Recordador Real, Chistador Jefe, Asistente Calentador de Camas, Lord Maestro Carterista, o Primera Dama de las Peinetas. Incluso tienen un rey convertido en estatua, guardado en el castillo a la espera de que una mano honesta le toque, y pueda así deshacer el hechizo que le condenó. El rey en cuestión se llamaba, se llama, pobre hombre que aún está con vida, una vida un poco aburrida, eso si, y llena de polvo, Singularino, y es el antecesor de Escopetino, el actual monarca y futuro padre de la princesa Pitusilla, cuyo nombre le creará alguna que otra complicación con la familia, con su tia Sara en concreto, tía y además hada.

" - Atiendeme bien infame imitador de rey, maniquí sentado en el trono, voy a castigarte por tu orgullo y por tus ideas presuntuosas- ¡Con que no vas a dar a tu hija el sencillo nombre de Sarita! ¡Pues conocerás mi venganza! ¡Tu hija se casará con un mendigo! ¡Toma!"

Tras esta terrible noticia Felicia, el hada buena de la historia, no tiene más remedio que hacerle un regalo, un medallón de oro, cuyo contenido, un ramillete de pensamientos, le protegerá mientras lo lleve puesto. El problema, para la princesa y para todo bicho viviente que está a su lado, llegará cuando pierda el preciado talisman, que encontrará Harapini, un recolector de harapos (el trabajo por excelencia en Afania, un reino donde es de vital importancia la literatura, y por ende la creación de libros) cuyo hijo Celisto (horticultor y encargado de las plantaciones de guisantes que sirven de comida para las palomas que en otro tiempo existieron... No, no me he vuelto loca, así está la cosa) caerá enamorado de la princesa, a la que observa mientras da de comer a su ave favorita...

"¡Con que intensidad el pobre Celisto desea ser aquel periquito! ¡Qué no hubiera dado por intercambiar su monótono suminstro de guisantes para palomas imaginarias por la deliciosa tarea de alimentar el verde periquito que tanto envidiaba!"

A todo esto, que supongo os suena increiblemente imposible, tendréis que sumar la declaración de guerra de Proximia, país vecino y residencia de la prometida de Singularino (si, ya sabéis, ese que está convertido en piedra en los sotanos del castillo) cuyo monarca se llama Chispopof, y cuyos pajes reales son Maromo y Maremo.... Esto no es serio, ¿verdad? Pues aquí no acaba todo, porque desde la espantosa Guerra de los Cordones de Zapatos (lo siento, JAJAJAJA....yo solo cito, y no, no hay nada en esta historia que pueda tomarse en serio) y que no voy a relatar aquí por falta de espacio, las guerras son un tanto peculiares (cómo si os fueraís, a estas alturas, a extrañar de algo) se dirimen con tambores....

¿Habrá guerra? ¿Quien será el vencedor por haber aporreado los tambores con mayor intensidad y más tiempo? ¿En manos de quién acabará el ramillete? ¿Servirán los guisantes para algo más que dar de comer a unas palomas que no existen? Por cierto... Si ya no hay palomas y nadie se come los guisantes.... ¿Qué diantres hacen con ellos? ¿Habrá boda entre Celisto, el mendigo, y Pitusilla, para regocijo de la tia Sara?.... ¿Os estoy aburriendo con tanta pregunta? Jajajajaja...... ¡¡¡TODO ES UN REAL DESPROPOSITO DE LO MAS DIVERTIDO!!! No os lo perdaís, ¡porfi!
(Tit: El talismán de Pitusilla. Hood, T. Siruela, 1996)

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