El árbol de los deseos
Dicen por ahí que si el día de tu cumpleaños te acuerdas de meterte en la cama con el pie izquierdo por delante y le das la vuelta a la almohada antes de dormirte puede suceder cualquier cosa. Y Dulcie es exactamente lo que ha hecho, por eso a partir del momento en que se levanta de la cama el día de su cumpleaños le comienzan a suceder las cosas más extrañas: un extraño chico pelirrojo llamado Maurice la despierta, cuando en realidad debería ser su madre la que lo hiciera, pero no acaba ahí la cosa, no. De momento está vestida, ¿se ha quedado dormida vestida? .....que raro..... En la calle le esperan, su hermano Dicky, la doncella negra Alice, y su vecino George..
Todos juntos se disponen a buscar el árbol de los deseos, que al parecer existe y cuyas hojas son de diferentes colores según la persona que las arranca. Habéis oído bien, arrancar, un error muy grave, porque la Naturaleza se respeta, por muy árbol de los deseos que sea....se lo pides con amabilidad pero nada, nada, de arrancar hojas..... Bueno, un poco más tarde aprenderán algo sobre ese tema, aunque no del modo en que a mi me hubiera gustado. En su camino se encontrarán con un viejecito muy curioso y un soldado que resultará ser el marido de Alice.
Al final, tras alguna que otra aventura se encontrarán con San Francisco que les enseñará el valor de no ser egoístas. Para ello tendrán que entregar las hojas del árbol que han arrancado, y a cambio les regalará un pájaro a cada uno.
"- ¿No cogisteis todos una hoja de un árbol del bosque? - preguntó San Francisco
- Si, Padre Francisco - dijo Dulcie
- Bien, pues era el árbol de los deseos. Pero supongamos que hubiera habido mil hojas en él, y que mil chicos y chicas le hubieran arrancado una cada uno: cuando llegara el siguiente, no habría quedado ninguna hoja, ¿no es cierto?
- Así es, Padre Francisco - dijo Dulcie
- De manera que un deseo hecho de esa manera es un deseo egoísta, ¿no es cierto?.....".
¿Y el pobre árbol qué?...¡¡¡¡¡Será posible!!!!!..... Yo que pensaba que San Francisco iba a poner las cosas claras en este asunto....pues no, me equivoqué.
William Faulkner será un magnífico escritor, yo no lo voy a poner en duda, pero desde luego escribir para niños no era lo suyo, como tampoco lo es en otros muchos escritores reconocidos, pero ese es otro tema. Este es su único cuento infantil, menos mal, porque lo cierto es que no es bueno, para leerlo como curiosidad vale, pero poco más. En su obra abunda la concepción del mal y la corrupción, y es algo que no deja de lado ni siquiera en un cuento destinado a niños de ocho años a los que, seguramente, no les llegará esta historia, donde la guerra, el engaño, la culpa, el egoísmo, y las descalificaciones personales (sobre todo por parte de la criada negra Alice) hacia los demás son constantes. Una historia de la que de dulce sólo tiene, el nombre de la protagonista.
(Tit: El árbol de los deseos. Faulkner, W. Alfaguara, 2008)
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